
Pitchfork Music Festival CDMX Día 3: distorsión, abstracción y desahogo.
El sábado en el Pitchfork Music Festival CDMX fue todo menos predecible. Después de un arranque marcado por la introspección, el tercer día del festival abrió la puerta al caos, al ritmo, al beat como impulso vital. Una jornada para dejarse llevar por los extremos: de la distorsión al susurro, del ruido al silencio interior.
Rejjie Snow puso el tono inicial con su mezcla de elegancia y profundidad: versos suaves que flotaban sobre beats relajados, pero cargados de intención. La calma duró poco. Machine Girl irrumpió como una tormenta eléctrica: punk, electrónica cruda y una energía desbordada que convirtió el recinto en un estallido colectivo.
El paso siguiente fue quirúrgico: Roc Marciano & The Alchemist ofrecieron un set austero, oscuro, lleno de pausas y texturas. Rap sin concesiones, ejecutado con el aplomo de quienes saben que no necesitan gritar para dejar marca. Earl Sweatshirt, en sintonía con esa energía contenida, trajo consigo un show introspectivo, tenso, donde cada palabra parecía cargar años de historia. Su presencia, sin necesidad de gestos, fue contundente.
Y entonces apareció ella. Beth Gibbons, voz inconfundible, presencia delicada y fuerza emocional en estado puro. Lo suyo fue una ceremonia de vulnerabilidad: un concierto íntimo, lleno de belleza desgarrada que encontró eco en cada cuerpo presente.
El cierre fue doble y contrastante: Oneohtrix Point Never sumergió al público en un universo abstracto, cinematográfico y fragmentado, mientras que Ross From Friends eligió terminar bailando, con un set emotivo, cálido y en movimiento.















